jueves, 23 de diciembre de 2010

La vida misma.

Hay que haber vivido un infierno,
para apreciar más el paraíso.
Haber vivido en una gran ciudad,
para apreciar las vicisitudes del campo.
Para amar el silencio debemos
de haber vivido en el ruido.
Nuestra vida es un juego de oposiciones
que debemos conocer y añorar
para disfrutar de cada momento.

Una familia muy normal.

La casa era sombría, parecía que en sus paredes habían quedado guardadas las historias no contadas de la familia. Los gritos del matrimonio de Cristina y Alberto Sotomayor; él siempre golpeando la mesa diciendo: _Callate vieja, vos no sabés nada; los golpes de puño y agarradas de pelo de las hermanas María y Elena y hasta los gemidos de la vecina cuando usaba el cuarto de los Sotomayor para engañar a su marido.
En un domingo de pascua de 1983 asistieron a la casa muchos parientes de esos que solo se ven en los velorios. La visita sorprendió a la familia. Entre sonrisa y sonrisa Cristina Sotomayor ironizaba: _No sabíamos nada que venían, no sé qué vamos a comer.
La primera en llegar fue Luisa vestida de marinera, de azul y hasta con un gorro. Elena fue la que la recibió en la puerta y enseguida le preguntó: -¿vos sos media hermana de mamá, no?. A lo que ella enseguida contestó: _Soy tu tía y punto. En ese momento María la vio y largó una carcajada detrás de una maceta que colgaba en el patio.
La comida recién estuvo lista a las 14:30, pero cuando Ricardo fue a poner la mesa sonó nuevamente el timbre. Emilia se atragantó con un pedazo de pan, tuvo el presentimiento de que era la tía Mecha, la llamada “loca”, hermana de Alberto. Todos se miraron y el tiempo seguía pasando, entonces se escuchó: _Ábranme pedazos de mierda, tenemos la misma sangre, no lo pueden negar. Elena miró a su madre y con firmeza dijo: _Ni loca le abro. Entonces Alberto sin más remedio enfiló para la puerta, la abrió despacio y detrás de ella estaba Mecha, con su pelo canoso repleto de grasitud y un cigarro en la mano izquierda.
Mecha entró en la casa como si no hubiera hecho ningún escándalo, pero si exclamó irónicamente: _Estoy viva, no me podrán evadir. Esas palabras hicieron que Cristina ponga la mesa en un vuelo de pájaro y todos se sentaran a comer. Por unos minutos sólo se escuchaba el ruido de los cubiertos. Elena fue la que rompió el hielo diciendo: _¿Y qué les parecen los fideos improvisados de Mamá?. Luisa que estaba sentada en una punta de la mesa, apenas movió sus labios y afirmó:_Están Ri...cos... y ..., justo cuando María corrió en dirección al baño haciéndose pis encima y ensuciando todo el corredor. Su padre la agarró para darle unas palmadas en la cola, lo que hizo que el resto mirara con ojos desorbitados, mientras que Cristina limpió el desastre tapando su nariz. Nadie se acercó a ayudarla, todos siguieron comiendo como si nada.
En la mesa, Elena trataba de meter bocadillos que cortaban el ambiente con cuchillo: _Media hermana de mamá, mejor dicho tía, ¿dónde compraste el disfraz?, entonces Luisa tomó aire, levantó los ojos y le contestó: _No faltes el respeto a tu tía que es mayor.Pero tía, porque te enojás, fue una broma nada más_. aclaró rápido Elena. Luego Alberto fue a preparar café, Cristina lo siguió y murmurando le comentó:_Hacelo con la morenita que está vencido, a estos no le vamos a dar Cabrales. Terminó la frase y tenía a Mecha detrás, que le tocó el hombro y la miró con sonrisa compradora: _¿Los ayudo?, y Alberto le respondió: _¿Qué te creés que somos idiotas como vos, que no sabés ni hacer un huevo frito?, entonces María tomó las masitas aplastadas que había traído Mecha y las puso sobre la mesa. Mecha aprovechó el momento para salir a fumar un pucho al jardín. Elena ofuscada miraba por la ventana como Mecha prendía un cigarro atrás del otro.
Para que todos se sentarán a tomar el café Cristina tocó una campanilla de bronce que había en una repisa del comedor, fue entonces cuando Mecha volvió del patio y exclamó:”Pero ¡qué tocás eso!, ¿te crees que volvimos al colegio o sos Mirtha Legrand?_. Cristina le contestó:_No tuve otra manera, sino vos te quedás todo el día fumando afuera. ¿Viste que ahora se descubrió que el cigarrillo, envejece unos cinco años?. _Tantas cosas se dice del pucho. En tal caso es al revés, yo tengo mejor cutis que vos_, agregó la hermana de Alberto. Elena aplaudió y dijo: _Bueno ya basta, siéntense a tomar el cafecito. Fue entonces, cuando Cristina observó como Luisa tocaba el pelo de Alberto y le susurraba algo al oído, se puso por detrás de él y la miró fijo a los ojos; al verla la marinerita se apartó con una sonrisa entre falsa y forzada , luego exclamó:_Tenía un bicho que le caminaba por detrás de la oreja . Para calmar los ánimos, se sentaron todos en la mesa a tomar el café con las masitas.
En la mesa, nadie se miraba a la cara, cada uno parecía en su mundo; Alberto revisaba su celular para evadir alguna pregunta de su esposa con respecto a lo sucedido, Mecha como no podía fumar comía una masita tras otra, Luisa tenía los ojos en el piso, Cristina tocaba los bordes de la taza de café y las chicas estaban sentadas frente a su laptop; repetían una y otra vez el tema “You Are The One That I Want” de Grease. Entonces para bajar las masitas Mecha tomó un sorbito de café, lo escupió y gritó:_ “Pero me quieren matar para cobrar toda la herencia del viejo. Este café está quemado y tiene gusto rancio. No creí qué iban a ser tan descarados”. Cristina que se estaba mordiendo la lengua desde hacía rato le contestó:_ “Mirá peor que el cigarrillo no te va a hacer y vos qué podés decir, trajiste masitas aplastadas”.
En ese momento, María comenzó a reirse abriendo toda su boca de manera grandilocuente y los demás no hicieron más que empezar a carcajear junto a ella. Pareciera que eso hizo bajar la tensión que había entre ellos. Al rato Luisa anunció que se retiraba y le pidió a Alberto que le abriera la puerta, pero Cristina lo interceptó y no dejó que se levantara, entonces las dos se dirigieron a la puerta y la señora de la casa la despidió con una elevación apenas de sus labios:_”Después de todo, te quedaste con las ganas de levantarte a mi marido, una vez más y no lo lograste, así que estoy feliz”. Luisa la miró y solo comentó:_ “te veo en el próximo velorio”.