viernes, 24 de abril de 2009

Melancolía añejada

Ayer, mis manos encontraron
los frutos de la juventud,
Envueltas en nubes de oro,
sentí dulces caricias
de años pasados.
¿Por qué el destino,
corrompió lazos triunfantes,
aquellos que transmiten,
aroma de libertad,
recobran cada resquicio,
de almas serenas?

Tuve que seguir,
el destino abrazado a mis penas,
las incrédulas negaban
convertirse en cenizas.

En añicos se convertía mi vida,
mi presente carecía de un nombre.
Entre instantes perdidos,
no conocía a mi ser,
la nada me invadía.
Pero de ella renacían los recuerdos,
palabra sublime, en tanto locuaz,
compuesta por lo estático,
transformada en utopía,
firme receta para aliviar el dolor.

Proyectando hacia un mañana,
los miedos toman posesión sobre mí,
Causante de intrépidas caídas,
los venceré,
sino quedaré muerto.

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